En las entrañas verdes del municipio de Huehuetlán el Grande, a tan solo unas horas de la Ciudad de México, se esconde un paraíso natural que parece sacado de una postal tropical. Se trata de El Aguacate, nombre coloquial con el que los viajeros han bautizado a la Cascada de San Agustín Ahuehuetla, una joya escondida del estado de Puebla que ha comenzado a ganar fama por su impresionante belleza y su entorno salvaje.
El sitio deslumbra desde el primer vistazo: dos cascadas escalonadas se descuelgan entre formaciones rocosas, creando pozas de tonalidades turquesa y jade que invitan a nadar o simplemente a contemplar. La cascada principal alcanza los 12 metros de altura en temporada de lluvias, mientras que la segunda, un poco más pequeña, complementa el espectáculo con su caída sobre una piscina mineral natural. Todo esto rodeado de árboles ahuehuetes centenarios, vegetación densa y una biodiversidad que se respira en cada paso.
Para llegar a este oasis escondido, es necesario transitar un camino de terracería durante unos 20 minutos en auto. Después, comienza la verdadera aventura: un sendero de entre 40 y 60 minutos bordeando el río Huehuetlán, casi 2 kilómetros de caminata a través de la selva poblana. El recorrido, aunque exigente, es parte de la experiencia. Entre raíces, piedras y trinos de aves —incluidos tecolotes—, se atraviesa un corredor natural donde la vida silvestre acompaña en silencio.
Al llegar, las opciones son tan variadas como cautivadoras. Se puede nadar en las pozas (con chalecos salvavidas disponibles por $50 por hora), acampar sin costo (aunque debes llevar tu propio equipo), o simplemente descansar bajo la sombra de los árboles y dejarse envolver por los sonidos del agua y el bosque. El sitio cuenta con baños rústicos, vestidores y algunos puestos donde venden antojitos locales. La entrada general es de $50 por persona, y si llevas a tu mascota —sí, es pet friendly— deberás pagar un extra de $50 por ella.
El Aguacate está abierto todos los días, de 8:00 a 17:00 horas, aunque se recomienda llegar temprano para aprovechar al máximo la luz del día y evitar aglomeraciones. No se trata de una escapada urbana ni de una visita cómoda para personas con movilidad limitada, pero sí de un viaje inolvidable para quienes buscan naturaleza sin filtros y experiencias auténticas fuera del mapa turístico convencional.
El consejo es claro: lleva ropa cómoda, zapatos para agua, bloqueador solar biodegradable, toalla, hidratación y, si gustas, un inflable para relajarte en las pozas. Eso sí, lo más importante es ir con la disposición de desconectarse por completo… y reencontrarse con lo esencial en uno de los rincones más mágicos de Puebla.