Celebración y contaminación: el alto costo ambiental de la pirotecnia

Lo que para millones de personas representa un momento de celebración, para el planeta puede convertirse en un problema serio de contaminación. Cada espectáculo de fuegos artificiales libera a la atmósfera una mezcla de partículas, metales pesados y compuestos químicos que no solo deterioran la calidad del aire, sino que también contaminan cuerpos de agua y suelos, según un creciente número de investigaciones científicas.

La pirotecnia se basa en reacciones de óxido-reducción: combina agentes oxidantes, combustibles y colorantes para producir destellos y sonidos. Sin embargo, detrás del espectáculo visual hay sustancias peligrosas como arsénico, plomo y hexaclorobenceno, utilizadas para intensificar colores o estabilizar mezclas. En Viena, por ejemplo, se detectaron concentraciones elevadas de arsénico en polvo fino durante celebraciones, de acuerdo con el artículo La quema masiva de pirotecnia: un espectáculo que contamina, publicado en Revista Bio Ciencias.

El efecto más inmediato es la degradación de la calidad del aire. La combustión de pirotecnia dispara los niveles de material particulado (PM2.5 y PM10), a menudo mezclado con metales tóxicos. Un estudio sobre el festival de Diwali en la India, publicado en Atmospheric Research, documentó incrementos de entre 56 % y 121 % en la masa de aerosoles en la llanura indogangética. En Ahmedabad, la concentración de PM10 alcanzó los 2220 µg/m³, y en Delhi los 726 µg/m³, cifras muy por encima de los límites recomendados para la salud.

La situación no es distinta en América Latina. Investigaciones en la Zona Metropolitana del Valle de México han mostrado que, durante las primeras horas del Año Nuevo, la concentración de PM10 puede alcanzar los 478 ± 150 µg/m³, con aumentos directamente ligados a los festejos pirotécnicos.

Pero la contaminación no termina con el humo. Los residuos de la combustión —ricos en compuestos como el perclorato, usado como oxidante— se depositan en el suelo y cuerpos de agua. Este anión inorgánico, altamente soluble, puede infiltrarse en acuíferos y alterar el funcionamiento de la glándula tiroides al interferir en la absorción de yodo. En Japón, un estudio reportó que, tras un festival, la concentración de perclorato en el río Hijikawa pasó de 0.84 µg/L a 33 µg/L en apenas hora y media. En Ada, Oklahoma, un lago municipal registró valores de hasta 44.2 µg/L después de un espectáculo, mientras que en zonas fabriles de India se han encontrado niveles que alcanzan 7700 µg/L.

La escala de este fenómeno ha sido observada desde el espacio. Datos satelitales obtenidos por instrumentos como MODIS, OMI y CALIPSO muestran cómo, durante celebraciones como Diwali, se forma y dispersa una densa pluma de aerosoles que cubre regiones enteras. El aumento del Índice de Aerosoles revela la presencia de partículas absorbentes, como hollín y polvo contaminado, mientras que los perfiles verticales indican que estas sustancias pueden ascender varios kilómetros, favoreciendo la formación de inversiones térmicas y alterando los patrones atmosféricos.

La evidencia científica es clara: aunque los fuegos artificiales sean una tradición profundamente arraigada, sus impactos ambientales y en la salud humana son innegables. Expertos recomiendan regular con mayor rigor su composición química y limitar su uso en áreas urbanas, donde la calidad del aire suele ser ya deficiente. Optar por alternativas menos contaminantes —como espectáculos de luces o drones— podría ayudar a que las celebraciones no tengan un costo tan alto para el planeta.

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