Calakmul: la selva viva que protege ruinas mayas, cascadas ocultas y una biodiversidad única

En el corazón de la selva campechana, un vasto territorio guarda tesoros milenarios y secretos naturales aún alejados del turismo masivo. Se trata de la Reserva de la Biósfera Calakmul, un paraíso ecológico y cultural de más de 728 mil hectáreas donde conviven ruinas mayas, cascadas escondidas, cenotes cristalinos y una biodiversidad que la convierte en una de las regiones más ricas de Mesoamérica.

Declarada área natural protegida por decreto presidencial en 1989, Calakmul forma parte del Programa de Conservación de la Biodiversidad en Áreas Naturales Protegidas Selectas de México. Este santuario natural, ubicado entre los municipios de Hopelchén y Calakmul, protege más del 80 % de las especies vegetales de toda la península de Yucatán. Su vegetación incluye selvas espinosas, perennifolias y subcaducifolias, así como vegetación hidrófila adaptada a zonas húmedas.

Lo que hace única a esta reserva no es solo su belleza, sino su valor ecológico: aquí habitan seis de las siete especies de marsupiales del país, dos de los tres primates mexicanos, y cinco de los seis grandes felinos, como el jaguar y el puma. También es hogar de cientos de especies endémicas, como el colibrí tijereta mexicano, la salamandra lengua hongueada y el loro yucateco.

En cifras, Calakmul alberga más de 1,100 especies de plantas —380 de ellas endémicas—, 86 especies de mamíferos, 358 aves (60 migratorias), 50 reptiles, 400 mariposas y 18 especies de peces de agua dulce. Este complejo natural funciona además como un corredor biológico fundamental que permite el tránsito de especies entre Chiapas, El Petén y el Caribe.

Pero Calakmul también es historia viva. En su territorio se encuentran más de 525 sitios arqueológicos mayas, entre ellos ciudades como Becán, Xpujil, Chicanná, Hormiguero, Balam Kú y, por supuesto, la imponente Ciudad de Calakmul, con 6,250 estructuras, 180 estelas y un elaborado sistema hidráulico. La combinación de selva densa y ruinas antiguas convierte cada caminata en un viaje entre el presente natural y el pasado ancestral.

El visitante puede explorar grutas, cavernas y cenotes ocultos, realizar senderismo interpretativo, practicar la observación de aves —especialmente durante el “maratón de aves”— y participar en talleres artesanales de miel, chicle o alfarería. También hay rutas ecoturísticas gestionadas por comunidades locales, que ofrecen hospedaje rústico, comida típica y recorridos guiados por expertos certificados.

Entre las recomendaciones para visitar esta joya natural se incluyen el uso de bloqueador y repelente biodegradables, el manejo responsable de residuos, y el respeto al entorno natural. Cada visitante tiene la oportunidad de dejar una huella verde, apoyando la conservación de uno de los ecosistemas más valiosos de México.

La ciudad más cercana es Chetumal, que funciona como puerta de entrada por vía aérea o terrestre. Desde ahí, el viaje hacia Calakmul es una invitación a reconectar con la naturaleza, la historia y las comunidades que cuidan este tesoro.

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