Un niño decapitado hace 850 mil años: nueva evidencia de canibalismo infantil en Atapuerca

Un hallazgo reciente en el yacimiento de Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca (Burgos, España), ha sacudido a la comunidad científica. Una vértebra cervical humana, datada en aproximadamente 850,000 años, presenta incisiones claras que evidencian una decapitación intencionada. La pieza, perteneciente a un niño o niña de entre dos y cuatro años, representa una de las pruebas más antiguas y contundentes de canibalismo infantil en la historia de la humanidad.

“El caso del niño es especialmente impactante: no solo por su edad, sino por la precisión de las marcas”, afirma la Dra. Palmira Saladié, investigadora del IPHES-CERCA IPHES (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social), quien lidera el equipo junto al Dr. Andreu Ollé. Según los especialistas, las incisiones se concentran en puntos anatómicos clave para desarticular la cabeza del cuerpo, un procedimiento muy similar al aplicado a las presas animales cazadas para consumo.

La vértebra forma parte de un conjunto de diez restos humanos descubiertos durante este mes de julio en el nivel TD6 de Gran Dolina, todos pertenecientes a la especie Homo antecessor. Varios de estos huesos presentan señales inequívocas de descarnación, fracturas deliberadas y otros indicios de procesamiento cárnico. Estas huellas son prácticamente idénticas a las observadas en los restos de animales consumidos por esos mismos humanos primitivos.

Este comportamiento, lejos de ser un hecho aislado, refuerza una hipótesis ya planteada hace casi tres décadas: que el canibalismo entre Homo antecessor era una práctica recurrente y probablemente normalizada. En los años noventa, el mismo nivel TD6 ofreció la primera evidencia mundialmente reconocida de canibalismo humano. Hoy, las nuevas piezas confirman la continuidad de ese patrón.

“La repetición de este tipo de marcas demuestra que no se trataba de un gesto ritual ni excepcional. Estamos ante una conducta reiterada, posiblemente motivada por la necesidad de obtener recursos en un entorno extremadamente competitivo”, explica Saladié, una de las principales expertas en tafonomía y canibalismo prehistórico.

El contexto ecológico de la cueva refuerza esta interpretación. Justo por encima del nivel donde se encontraron los restos humanos, los investigadores han identificado una antigua letrina de hienas con más de 1,300 coprolitos (excrementos fosilizados). Esta superposición sugiere que la cueva fue utilizada de manera alterna por carnívoros y humanos, en un entorno donde la competencia por el espacio y los recursos era constante.

La presencia de restos infantiles, y en particular de uno con signos tan claros de decapitación, plantea nuevas preguntas sobre la organización social y las estrategias de supervivencia de los primeros europeos. ¿Se trataba de una forma extrema de aprovechamiento alimentario? ¿O tenía también implicaciones simbólicas, sociales o territoriales?

Para el equipo del IPHES, TD6 todavía guarda muchas respuestas. “Cada año aparecen nuevos datos que nos obligan a replantear cómo vivían, cómo morían y cómo eran tratados los muertos hace casi un millón de años”, concluye Saladié.

El descubrimiento no solo aporta una pieza más al complejo rompecabezas de la evolución humana, sino que también confronta nuestra visión contemporánea sobre los orígenes de la violencia, el parentesco y la humanidad misma.

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